1 Universidad Nacional Autónoma de México. Licenciado. Tlaxcala, México. E-mail: edilbertomendieta@gmail.com ORCID: http://orcid.org/0000-0001-9715-9023

Universciencia

Mayo-agosto - Año 19 - Núm. 57 - 2021

http://revista.soyuo.mx/index.php/uc

universcienciasoyuo.mx

universciencia@soyuo.mx

Recepción: 10-marzo-2021

Aceptación: 20-abril-2021

Pág. 71-79

Resumen

La educación básica en las zonas rurales debe integrarse a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), y con conexión a internet; no obstante, para conseguirlo exige el desarrollo de metodologías pedagógicas pertinentes, capacitación a docentes y el establecimiento de condiciones materiales, solo así se logrará, involucrando a todos los actores posibles: gobierno, docentes, padres de familia, iniciativa privada, organizaciones no gubernamentales y alumnos. No es solo por un designio, que esto se podrá conseguir.

Palabras clave: educación, rural, TIC, internet, capacitación, metodologías.

Abstract

The basic education in rural areas must be integrated into Information and Communication Technologies (ICT), and with an internet connection; however, to get it, it requires the development of relevant pedagogical methodologies, teacher training and the establishment of material conditions, only in this way it will be achieved, involving all possible actors: government, teachers, parents, private initiative, non-governmental organizations and students. It is not just by design that this will achieve.

Key words: education, rural , ICT, internet, training, methodologies.

¿Listos para dar click? Educación rural e internet

Ready to click? Rural Education and internet

Edilberto

Mendieta García1

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La historia de Fausto, maravillosamente escrita por la ágil pluma de Johann Wolfgang von Goethe, le recordará siempre a la humanidad que un deseo, por caro que sea, puede cumplirse pagando un gran precio. Los deseos también pueden ser la perdición si no se dimensionan los alcances de estos. Fausto le recuerda al lector que lo que fácil se obtiene, no siempre se disfruta, o a veces no se aquilata; sencillamente el trabajo y el esfuerzo son parte medular de las acciones del ser humano en la Tierra. Esa fue la lección que redimió a Fausto: “Bien merece premio el que ha sabido luchar con constancia, por más que alguna vez se haya arriesgado a sucumbir por falta de ánimo” (Goethe, 2004, pp. 277-278). ¿Han existido deseos fáusticos en la educación? ¡Oh sí! Me temo que han aparecido uno que otro. Deseos que quizá no sean concebidos en la oscuridad, pero tan caros que el llevarlos a cabo por voluntad, pero sin generar condiciones, se vuelve tormentoso. Así como los deseos de Fausto, en este texto hablaré muy someramente de los intentos del Gobierno Federal por cambiar los paradigmas educativos en los niveles de preescolar, primaria y secundaria, en zonas rurales del país, al insertar tecnología educativa (multimedia y software interactivos) que se apoya por medio del internet. En varios casos, bajo el discurso de las autoridades educativas, esa es la educación del siglo XXI.

La educación para el siglo XXI se ha imaginado diferente, en comparación a la de la centuria anterior. Esta nueva educación debe romper definitivamente con los paradigmas del tradicionalismo, y al mismo tiempo robustecerse con nuevos modelos y tendencias pedagógicas que viertan sus esfuerzos en el alumno, como un ser activo capaz de gestionar y construir sus propios

aprendizajes. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) la han de fortalecer. El internet se asume como una fuerza vital que la dota de vigor, y a través de dispositivos móviles, los estudiantes con un click pueden acceder a demasiada información (textos, videos, podcast, etcétera). Al menos así se piensa la educación en los años próximos, quizá para 2050 se replantee otra nueva educación. Pero ¿los mexicanos hemos hecho el trabajo y el esfuerzo suficiente para alcanzar este ideal? ¿O México es otro Fausto que anhela algo tan caro, sin medir si las condiciones históricas son las propicias? ¿Se está a la espera de un Mefistófeles para que dé una solución mágica?

Como tragedia fáustica, que pide a gritos redención, ha habido un intento por llevar a las zonas rurales del país en un click, un mundo digital a través de internet. La pandemia vino a exhibir carencias atroces (carencia de infraestructura educativa, empleo, salud, etcétera); forzó a los docentes y a alumnos a distanciarse; un mensaje de Whatsapp o una llamada telefónica fueron los endebles hilos conectores de dos seres que deben comulgar a diario, y apoyarse mutuamente. Reitero, ¿carencias? De todos es sabido que aún hay comunidades rurales sin luz eléctrica y que batallan con la señal de telefonía celular. ¿Es posible soñar en que los docentes de escuelas rurales puedan emplear plataformas impulsadas por el internet? ¿Es posible imaginar que una videollamada alcanzará a niños y niñas que viven en la espesura de la Sierra Negra o en la majestuosa Selva Lacandona? Pues esto debería ser posible, pero en México, donde las diferencias son tan marcadas, difícilmente esto se concretará a corto plazo, pues aún existen zonas aisladas.

Tampoco por orden emanada por alguna autoridad educativa se puede atender de esta manera a los niños y las niñas de las comunidades rurales de este país. Dicha autoridad educativa no es Fausto, aunque tuviese un Wagner de fiel apoyo y a un Mefistófeles concediendo sus deseos. La infraestructura adecuada para atender zonas rurales sencillamente no se tiene o es muy limitada. Lo preocupante fue que la institución dedicada a brindar educación básica en las zonas rurales, el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), en agosto de 2020, por órdenes de su autoridad principal, hizo un intento valiente pero utópico, el cual a grosso modo fue así:

1. Cual Fausto queriendo alcanzar misterios indescifrables, la autoridad máxima de esta institución federal responsable de la educación rural del país gestionó cientos de equipos celulares, para que se le cargaran algunas aplicaciones y videos, y que pudiesen funcionar sin conexión a internet, además de contar con algunas bocinas. También ordenó cargar una serie de secuencias didácticas para que apoyaran a los docentes en las clases y en cierta forma facilitara la planeación (con la idea de que todos enseñaran lo mismo y bien calendarizado).

2. Para las orientaciones educativas se optó por webinars con especialistas de gran reputación, las cuales sin duda fueron valiosas pero insuficientes. Eran más informativas que formativas.

3. Con esto hecho, la autoridad ordenó que los docentes del CONAFE asistieran dos días por semana a que atendieran a los padres de familia con asesorías para que a su vez, estos

apoyaran a sus hijos. Para dichas asesorías, el celular y una herramienta final denominada “Cuadernillos con actividades” se aprestaron para la atención de este sector de la población estudiantil mexicana.

4. Durante los procesos de formación de las figuras educativas se aperturaron cuentas de Google Education para los docentes, y posteriormente para los alumnos de educación básica, mismas que nunca manejarían (quizá solo los estudiantes de secundaria) y serían administradas por los mismos docentes. Los padres de familia remitirían las evidencias de sus hijos por el medio que fuese posible y los maestros las subirían en la cuenta de Google Education del alumno, para después, desde su sesión, las evaluaría y emitiría una calificación.

Comprendo la intención, y el mensaje era sumamente claro, se buscaba llevar la educación apoyada de tecnología del siglo XXI a las zonas rurales, y lo aplaudo. Al mismo tiempo, se dio respuesta de atención a la comunidad estudiantil de las zonas rurales por la pandemia, pero esto solo llenó de excesivo trabajo a los docentes de esta dependencia federal, y honestamente era una llana utopía. Las zonas rurales no están a un click de esto, las “condiciones materiales de vida”, si se me permite la expresión de Marx (1997, p. 66), no eran factibles, y aún más con el peligro de la pandemia, con mayor razón. El deseo de Fausto no era materializable.

Comprendo la intención, y el mensaje era sumamente claro, se buscaba llevar la educación apoyada de tecnología del siglo XXI a las zonas

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rurales, y lo aplaudo. Al mismo tiempo, se dio respuesta de atención a la comunidad estudiantil de las zonas rurales por la pandemia, pero esto solo llenó de excesivo trabajo a los docentes de esta dependencia federal, y honestamente era una llana utopía. Las zonas rurales no están a un click de esto, las “condiciones materiales de vida”, si se me permite la expresión de Marx (1997, p. 66), no eran factibles, y aún más con el peligro de la pandemia, con mayor razón. El deseo de Fausto no era materializable.

Recientemente supe que alumnos de una prestigiada universidad privada de Puebla, de aquellas que son consideradas de élite (independientemente de que cobre colegiaturas muy altas), al desatarse la pandemia regresaron a sus hogares, y algunos de ellos también se encuentran inmersos en zonas rurales de difícil acceso, y llevar clases vía videollamada se volvió difícil. Además, dichos estudiantes cuentan con becas casi completas, y por esto logran estudiar en ese tipo de universidades. Antes de esta terrible contingencia sanitaria, estos alumnos pasaban horas en las salas de cómputo de esa institución para poder realizar las tareas escolares. Por lo tanto, también las condiciones materiales de vida para estos jóvenes no son las mejores.

Así, los niños y las niñas de las comunidades rurales más alejadas del país, no se les ha podido conectar al internet en la mayoría de los casos, y no me refiero a que sus padres no tengan un plan de datos básico y que en alguna que otra ocasión vean un video de YouTube; me refiero a que en su casa o en la escuela tengan una conexión segura a la red, en la cual fluyan miles de datos por segundo. ¿Qué sentido sería de dotarlos de tableta? ¿Qué sentido

tiene que su profesor o profesora llegue con un dispositivo móvil con algunos videos y audios, con algunos textos, pero en la mayoría de los casos sin internet? Si hasta los estudiantes universitarios tienen carencias que los limitan drásticamente. En suma, no estamos listos para dar click y entrar a la “esperada” nueva educación del siglo XXI.

Pero el problema, independientemente de la pandemia, es que se imagina la educación del futuro haciendo lo mismo que en el pasado. En la educación rural eso se nota bastante: un profesor dando clases, conductista, quizá con algo de material didáctico, sin despertar el interés del estudiante; y al final del día, unas tareas como hacer cuentas o contestar unas páginas del libro de texto. Los padres de familia pareciera que están “de acuerdo” con esta enseñanza, pues así la recibieron cuando iban a la escuela, y si se cambia este esquema, sencillamente los progenitores protestan. Con el modelo de atención que se implementó en CONAFE en agosto de 2020, los niños y niñas que cursan su educación básica no siempre despertaron su interés por aprender cosas nuevas, pese a que el docente llegara con su dispositivo móvil, con o sin internet, con algunos materiales y el cuadernillo, y a veces con la animosidad de sus padres. Tristemente, se repitieron patrones del pasado.

Seré incisivo con rubro del papel de los padres de familia: considero necesario cuestionar lo siguiente: ¿para qué se manda un hijo a la escuela? Las respuestas serían algo como: “para que sean alguien en la vida”, “para que tenga un mejor trabajo y no esté en el campo”, “para que no ande de flojo en la casa”. Las respuestas son las que quizás ellos escucharon de sus padres hace veinte o treinta años. El antaño paradigma de “estudio-

trabajo-bienestar” se rompió hace algunos años, y en las zonas rurales eso lo tienen muy presente. Pese su alejamiento, los jovencitos de las zonas rurales de nivel secundaria a veces suelen terminar y conseguir el certificado no con la necesidad de proseguir a otro nivel superior, sino porque sus padres le imponen esta condición para que después recoja sus cosas y migre a una ciudad grande o a los Estado Unidos y busque un trabajo. Este tipo de pensar aparece ya en alumnos de primaria, que no dudan en desertar, de no ser por la presión de sus progenitores. ¿Vale la pena ir a la escuela si esta no es llamativa? ¡Esto es alarmante!

Tras lo mencionado, las consecuencias trágicas de los deseos de Fausto pareciera que ensombrecen el presente y futuro de la educación básica rural: los docentes exigen a los padres de familia les envíen los “productos” y “evidencias” que hicieron sus hijos; en varias ocasiones estos o no tienen para la recarga de saldo para su celular y enviar lo antes mencionado, o ¡No hay señal para hacerlo! Pese a ello, y aunque se recuperaron las evidencias, estas no siempre garantizan un aprendizaje, y a veces es difícil saber lo que el niño o la niña realizó (aunque no se puede negar la riqueza de aprendizajes cuando padres de familia y hermanos mayores intervienen). Después, la simulación para “vivir la educación del siglo XXI”, el docente administra las cuentas de sus alumnos –que ellos ni saben que la tienen en la mayoría de los casos– y sube las evidencias, luego las cierra y posteriormente abre la suya y “califica”.

Aun así, la exigencia a los docentes por parte del CONAFE fue recuperar el mayor número de evidencias para tener elementos para evaluar. No lo discuto, una cosa son las exigencias como gobierno federal, pues el rendir números es importante, pero

reitero la pregunta: detrás de estas “evidencias”, ¿podemos evaluar aprendizajes significativos? En entrevistas hechas, algunas figuras educativas expresaron que el cumplimiento de los padres de familia con el envió de estas “evidencias” varía de un 30% a un 60%. Algunas veces estas se realizaron por el mero acto de “cumplir”, otras sí demostraron un genuino esfuerzo por aprender. Ahora bien, no se trata de satanizar estos resultados, hay que valorar lo mucho que hizo (y hace) la estructura educativa del CONAFE para resolver esto, y a veces han dado respuestas creativas. Pero entre tantas carencias y dificultades, desnuda una cruda realidad: una niñez afectada en su educación.

En aras de alcanzar una modernidad, con un prurito desbocado, la propuesta mencionada quiso traer una educación “futurista” que se apoye en las TIC, pero pareciera que olvidó la existencia de problemas altamente prioritarios por resolver:

1. Una infraestructura que permita señal de internet y de telefonía.

2. Desarrollar una propuesta pedagógica que aproveche las TIC, pero que no desdeñe el espíritu de modelos que supieron responder en su momento a la educación básica en zonas rurales, como “Dialogar y Descubrir”, “Modelo 2011 de Secundaria Comunitaria” o el “Aprendizaje Basado en la Comunicación y el Diálogo (ABCD)”. Quizás esto suene a un “monstruo de Frankenstein”, mas no se deben desechar sus raíces y no puede negarse a la innovación.

3. Formar a los docentes tanto en esta propuesta y el manejo de las TIC, del uso de software y aplicaciones, de las herramientas que ya tienen internet.

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4. Por último, que esta nueva educación sea atractiva para los niños y las niñas que estudian en las comunidades rurales su educación básica.

Jodorowsky (Paradigma Roto, 2017) comenta que en algún país existió un pueblo sometido a la fría sombra de una montaña que mermaba la salud de los niños, y que un viejito con una pequeña cuchara empezó a “remover” aquella elevación orográfica ante la incredulidad de la población expresando la frase “alguien debe comenzar” Esto sencillamente retumba en mi mente. El esfuerzo, pese a todo, debe ser reflexionado, quizá algo ya empezó. Quizás el deseo fáustico ha mostrado su mejor rostro. Por lo tanto, me permito exponer cuatro propuestas que pueden comenzar a resolver estos problemas. No son dogmáticas e inamovibles, se pueden ir ajustando conforme a necesidades y reflexiones que se hagan en el camino; es más, exige la participación de todos los actores inmersos en la educación básica rural.

1. Lograr la autogestión del conocimiento de los alumnos. No es renunciar a los planes y programas, no es caer en la “anarquía” de que los alumnos estudien lo que se les ocurra, o peor aún “que hagan lo que quieran”. Los estudiantes deben tener el protagonismo para saber seleccionar temas de su interés. El interés es un poderoso motor para hacer las cosas. Pero los docentes no se deben quedar en un nivel pasivo, casi estoico; deben ser lo que algunas teorías pedagógicas han clamado: fungir como facilitadores y acercar el conocimiento, a través de estrategias (Rockwell y Mercado, 2014, pp. 61-66), del diálogo (Freire, 1999, p. 104; López, 2016) y de herramientas (didácticas y tecnológicas)

(Rockwell y Mercado, 2014, pp. 67-73), encausar y contener los intereses de los estudiantes, y cuando un tema no sea “llamativo” para el estudiante, hacerlo atractivo para que el estudiante voltee a verlo (Cámara y López, 2001, p. 31). Así, el niño o niña se vuelve gestor de su propio conocimiento. En resumen, es imperante construir un modelo educativo pertinente, pero entre todos los involucrados en la educación rural, del CONAFE, y sin duda de los docentes multigrado de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

En este sentido, hace poco conocí la experiencia de una docente de telesecundaria del estado de Puebla quien, junto a la iniciativa de sus compañeros maestros, generaron una respuesta de atención para sus alumnos en estos tiempos de pandemia, la cual resumiré brevemente: revisaron planes y programas, estructuraron sus propios cuadernillos con los contenidos que consideraron pertinentes, con actividades interesantes. Cada quince días iban a la comunidad a dialogar con los padres de familia, visitaron (en la medida de lo posible) a los estudiantes y, hasta donde la señal telefónica y de internet lo permitió, checaron sus avances.

En otro momento, unos docentes del CONAFE Tlaxcala desarrollaron propuestas alternas a la institucional para fortalecer la atención de los alumnos, personalizando actividades por grupo o niño, las cuales pretendían ser más llamativas, cuidando y revisando sus productos, y garantizando de mejor manera la evaluación, pese a la distancia y los problemas de señal, e involucrando a los progenitores. ¡Urge rescatar este tipo de experiencias!

2. Por ende, el aprendizaje no puede traducirse como la mera transmisión de conocimientos (Freire, 2012, pp. 47-49), de forma acumulativa, que se vuelva pues la educación meramente “bancaria”. En comunicación personal, Rebeca Rivas Velasco, antigua Jefa de Programas Educativos en 1998 mencionó lo siguiente: “La trascendencia del conocimiento radica en poder aplicarlo en algún momento, en relacionarlo con la realidad que me rodea” (comunicación personal), y esto no implica caer en simples pragmatismos o utilitarismos. No, el aprender “algo” para después “sacarle provecho” no es la idea.

Para el nivel de educación básica rural, cuando los niños y las niñas van a la escuela, aprenden primero de su entorno que los rodea, y eso se vuelve práctico; en momentos el material didáctico o tecnológico permite comprender conceptos que no son “tan cercanos” a su realidad. Por lo tanto, la aventura de aprender debe estar forzosamente vinculada a realidades que los estudiantes viven, y en la medida de lo posible, poder aplicar esos conocimientos a su vida cotidiana. El docente vuelve una vez más a ser un facilitador con sus alumnos, quien orienta y realiza las preguntas pertinentes para que reflexionen sobre el tema.

3. Es aquí donde las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) aparecen, quizás esto es lo más “innovador” para esta nueva educación que se plantea. Pero estas no van a funcionar si no existen condiciones de infraestructura y una continua capacitación para los docentes en el uso de las tecnologías. No se renuncia al empleo de materiales didácticos más tradicionales como mapas, esquemas del cuerpo humano o libros. ¡Eso jamás! Pero internet se está

convirtiendo en la universidad o la biblioteca que mundo. En ella están ya cursos, videos, podcast u otros recursos multimedia.

En la historia de la educación rural mexicana se destaca por afrontar un bueno número de retos, que si bien no todos están solucionados (aulas, materiales, servicios de luz o agua potable, docentes capacitados, etcétera), acercar la tecnología a las comunidades rurales y a sus niños y niñas es ya una obligación del Estado Mexicano, y no puede aplazarse esto.

Quizás uno podría pensar que el obstáculo que resalta a todas luces es la carencia de infraestructura en telecomunicaciones, pero esta puede ser solventada, y exige un esfuerzo fuerte. Lamentablemente el “clientelismo político” ha malacostumbrado a varios habitantes de las comunidades a “recibir con solo extender la mano” y por eso “esperan a que el Gobierno les de todo”. He recalcado que el internet es una obligación del Estado Mexicano, pero es imperativa la participación de los habitantes de las zonas rurales a hacer gestión, no solo ante dependencias gubernamentales, sino ante la iniciativa privada, ante las organizaciones no gubernamentales y ante las asociaciones filantrópicas. Es necesario tocar puertas para vencer esta barrera. Fuentes (1997) fue enfático al mencionar lo siguiente:

La educación es un bien público y requiere, cada vez más, socios para la enseñanza: no sólo la base de la familia y el maestro, el niño y la escuela, el niño y la escuela, sino comisiones locales, la autoridad pública, el sector privado, la sociedad civil y la comunidad internacional. No se trata, en nuestro país, de tener más escuelas privadas, sino de tener más y mejores escuelas públicas, con fondos públicos y privados (pp. 104-105).

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Pero no es solo tener una computadora con internet ¡y ya! Los docentes de educación básica de las zonas rurales deben capacitarse en el uso de herramientas tecnológicas, y luego implementarlas junto a metodologías que han funcionado. ¿Será esto un armatoste convulso y amorfo? Quizá, pero de este ejercicio se irán pensando nuevos modelos educativos que seguramente se irán perfeccionando. Esto exigirá que todos los docentes y autoridades educativas se metan a desarrollar estos modelos, en un trabajo teórico-práctico muy cuidadoso. Por ende, los mejores docentes deberán ser enviados al campo mexicano a la aventura de la educación, pero maestros y maestras que contagien, cuyos ánimos irradien a los demás por hacer las cosas, amantes de su labor, porque testimonios de docentes nefastos que medio cumplen y medio enseñan, hay muchísimos. Solo así se verán resultados concretos, y no una simulación sin sentido y vacía.

4. La mezcla de los tres puntos anteriores invita a este último, una educación que, desde el preescolar, lleve a las niñas y los niños a desarrollar proyectos que les permitan poco a poco transformar su entorno, y transitar de la primaria a la secundaria, con la idea de generar proyectos productivos, que se encaminen al autoempleo, el desarrollo de productos en la comunidad y la generación de empleos. En 12 años se puede educar a los niños y a las niñas en esta nueva dinámica.

Como se mencionó, la educación rural no debe abandonar sus raíces, modelos gestados desde la década de los setenta como “Dialogar y Descubrir” para primaria, el Modelo Educativo para Secundaria Comunitaria (llamado en Tlaxcala como Modelo 2011), el Modelo ABCD “Aprendizaje Basado en la Colaboración y el Diálogo”, y la

propuesta educativa de Telesecundaria desarrollada por el Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE) y la Secretaría de Educación Pública (SEP), los cuales tienen mucho que aportar, para construir una nueva educación que responda a las necesidades de la actualidad. La mención de las propuestas antes descritas no quiere decir que se ignorarán las que estén en uso.

Además de las propuestas señaladas anteriormente, urge bajar la carga administrativa a todos los docentes, y mejorar los salarios y apoyos económicos de estos. No simular y sí atender con responsabilidad y compromiso, a todos los niños y niñas que cursan la educación básica en las comunidades rurales del país. Estas ideas son sencillas aportaciones que invitan a trabajar ya, a construir las condiciones materiales de vida que eleven una educación nueva, innovadora, y humanista, dirigida a un sector de la población que aún presenta casos de rezago social, económico y educativo, pero en diálogo continuo. Los actores que estamos en este universo podemos hacer algo significativo, atendiendo necesidades reales de las comunidades rurales, quizás así la educación básica rural logre otro cause; quizás así, los niños y las niñas de las comunidades puedan estar a un click de acceder a una educación con internet. Los ángeles que salvaron el alma de Fausto lo aseguraron claramente “Bien merece premio el que ha sabido luchar con constancia”; por lo tanto, los actores deben ser conscientes de la labor que realizan, quizá no obtengamos un “cielo”, pero hay un premio sumamente valioso: “habremos sembrado la semilla del conocimiento en la tierra más fértil... los niños” (frase final de una antigua canción del CONAFE).

Ocotlán, Tlaxcala

Febrero, 2021

REFERENCIAS

BIBLIOGRÁFICAS

Cámara Cervera, G. y López Salmorán, D. (2001). Tres años de Posprimaria Comunitaria Rural. México: CONAFE.

Freire, P. (1999). La educación como práctica de la libertad. Traducción por Lilién Ronzoni. México: Siglo XXI Editores.

_______(2012). Pedagogía de la autonomía, saberes necesarios para la práctica educativa. México: Siglo XXI Editores.

Fuentes, C. (1997). Por un progreso incluyente. México: Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América.

Goethe, J. W. (2004). Fausto. Traducción por Luis Miguel Nieto. México: Editorial Tomo.

López Salmorán, D. (2016). La relación tutora y la mejora del aprendizaje. Red, Revista de Evaluación para Docentes y Directivos, 1(3), 7-21.

Marx, K. (1997). Introducción general a la crítica de la economía política/1857. Traducción por José Aricó y Jorge Tula. México: Siglo XXI Editores.

Paradigma Roto (2017). #ParadigmaRoto Alejandro Jodorowsky – El cambio empieza contigo. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=T2-Wb7Vsz30

Rockwell, E. y Mercado, R. (2014). La experiencia de ser líder para la educación comunitaria. México: CONAFE.

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