1 Universidad de Oriente Puebla, Consorcio EducativoProfesor-Investigador y Vicerrector Académico. eduardo.hernandez@soyuo.mx

Resumen

El texto busca discutir el constructo de violencia, ello con el objetivo de encontrar puntos de convergencia y divergencia sobre el papel de la violencia en la cotidianidad, esperando encontrar un dialogo con ella, en donde emanen reflexiones que permitan superar las trabas o inclusive encontrar otras formas no concebidas o no consideradas sobre el papel de la violencia en el entramado social. Luego entonces, la discusión se centra en su genealogía, aunque no acabada, si ampliada para efectos de tomar como punto de referencia su concepción y su estudio.

Palabras clave:

Violencia, polisemia, modernidad, expresiones.

Abstract

The text seeks to discuss the construct of violence, with the aim of finding points of convergence and divergence on the role of violence in daily life, hoping to find a dialogue with it, where emanate reflections that allow overcoming the

La violencia:

reflexiones para

el debate

Eduardo

Hernández de la Rosa1

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obstacles or even find other forms not conceived or not considered on the role of violence in the social fabric. Then, the discussion focuses on its genealogy, although it is not finished, if it is enlarged in order to take its conception and study as a point of reference.

Key words:

Violence, Polysemy, Modernity, Expressions

Fecha de recepción:

10-abril-2018

Fecha de aceptación:

18-agosto-2018

Introducción

Unos puercoespines se juntaban mucho en una fría noche de invierno para evitar congelarse con el calor mutuo. Pero pronto sintieron las púas, lo que volvió a distanciarlos. Cuando la necesidad de calor los volvió a aproximar, se volvió a repetir el mismo problema, de tal manera que oscilaron entre los dos males hasta que encontraron la distancia adecuada entre ellos en la que mejor podían resistirlo. Así empuja la necesidad de compañía, surgida del vacío y de la monotonía del propio interior, a que se junten los hombres, pero sus muchos atributos repugnantes y errores insoportables vuelven a separarlos. La distancia media que al final encuentran, y en la que pueden durar un estar en compañía, es la cortesía y las buenas costumbres. A aquel que no se atiene a esa distancia se le grita en Inglaterra Keep your distance! Así sólo se satisfará de manera imperfecta la

necesidad de calor, pero a cambio no se notarán los pinchazos de las púas. No obstante, quien tenga un calor interior propio prefiere mantenerse alejado de la sociedad para no dar lugar a quejas ni recibirlas.

Parerga y Paralipómena

Arthur Schopenhauer

Este artículo parte del análisis sobre el constructo de la violencia. Se parte de comprender a esta como una construcción teórica polisémica, multifacética y con diferentes perspectivas de abordaje, teniendo como punto de partida la distinción necesaria entre agresividad y violencia. La violencia como acto de concreción de una circunstancia socio-histórica, deviene desde lo abstracto a lo concreto, operacionalizada de acuerdo a intenciones específicas, con finalidades detalladas. Sin agotar la discusión, se pone de manifiesto la distinción de lo apolíneo y dionisiaco, como ejercicio de comprensión sobre la preponderancia del orden, por el desprecio intrínseco al caos y sus expresiones, siendo el orden el principio de la cohesión, participación y adaptación, o “naturalización” de la violencia.

1. Desarrollo

Existe un límite muy estrecho entre la noción de agresividad y violencia: mientras la primera emana como un proceso natural entre organismos vivos, el efecto de la agresividad conlleva como causa la estimulación de las pulsiones como lo son el comer, el impulso sexual, satisfacción de necesidades fisiológicas y, por consiguiente, de pervivencia. La agresividad, expresada en la necesidad constreñida en estímulos, no se encuentra presente el papel de lo consciente y de la posibilidad, sino solo de la acción. Así, Morín (2008) y Muchembled (2010) coinciden con este argumento, situando a

la agresividad como cualidad del primate basado en la pulsión del predominio sexual; al respecto, la tradición freudiana podría apoyar un poco más en la construcción de la pulsión agresiva. Mientras, la violencia se distingue de lo innato como lo es la agresividad, en cuanto nace de un proceso socio-cultural en el que, motivado por el sedentarismo y la construcción de espacios simbólicos, estos fueron usados como medio de resguardo y recurso para el ejercicio del control, y sometimiento por sus iguales.

Existe un límite muy estrecho entre la noción de agresividad y violencia: mientras la primera emana como un proceso natural entre organismos vivos, el efecto de la agresividad conlleva como causa la estimulación de las pulsiones como lo son el comer, el impulso sexual, satisfacción de necesidades fisiológicas y, por consiguiente, de pervivencia. La agresividad, expresada en la necesidad constreñida en estímulos, no se encuentra presente el papel de lo consciente y de la posibilidad, sino solo de la acción. Así, Morín (2008) y Muchembled (2010) coinciden con este argumento, situando a la agresividad como cualidad del primate basado en la pulsión del predominio sexual; al respecto, la tradición freudiana podría apoyar un poco más en la construcción de la pulsión agresiva. Mientras, la violencia se distingue de lo innato como lo es la agresividad, en cuanto nace de un proceso socio-cultural en el que, motivado por el sedentarismo y la construcción de espacios simbólicos, estos fueron usados como medio de resguardo y recurso para el ejercicio del control, y sometimiento por sus iguales.

Al respecto, es sustantivo hacer notar el papel de los siguientes elementos, que, a guisa de constantes culturales, expresan 4 formas de conducta humana que impulsan la construcción y sus expresiones, intensidades y niveles de violencia: 1) el paternalismo-machista que ha existido en nuestras civilizaciones, aun cuando puedan existir acciones claras de matriarcados; 2) el hermetismo para subir en las escalas sociales; es decir, la

movilidad social que exista, en tanto siempre han existido procesos, rituales y condiciones de cambio de un estatus a otro; 3) la explotación del hombre por el hombre, en tanto agentes que han promovido la construcción de esclavitud que puede identificarse en algunos contextos modernos, matizada bajo otras construcciones subjetivas; y 4) el ejercicio arbitrario de la violencia por la autoridad, donde el ordenamiento lejos de establecer procesos de contemplación de la armonía social, establece sometimiento de los agentes al orden establecido por la autoridad en cualquiera de sus manifestaciones.

A partir de estos argumentos, es que surge el papel de la violencia, como un constructo que no es limitativo de la expresión física de la agresividad, sino que es presentada en diversas orientaciones, niveles e intensidades, respecto de las motivaciones, derivadas de la situación, condición socio-histórica y grupo social al que se pertenezca. La promoción causal de la violencia no puede reducirse a las 4 constantes culturales previas; sin embargo, sí podrían explicar una gran parte.

Por supuesto, la noción expresada aquí es una antítesis de la propuesta de Hobbes, quien considera Homo Hominis Lupus; no obstante, también lo es a la idea de Montesquieu, Voltarire o Rosseau, quienes vislumbraban en el ser humano, natura su bondad. El supuesto que aquí se emplea, va encaminado a la fábula de Schopenhauer, mirando en el puercoespín una analogía del ser humano, con su natura y su subjetividad, con sus necesidades y limitantes, que, si bien podría parecer a la tesis de Hobbes, la relativa autonomía del ejemplo de Schopenhauer pone en evidencia las más sutiles expresiones de la violencia en la cotidianidad.

La violencia, a mi juicio, muestra con claridad su expresionismo en la modernidad, entendida desde el “contrato social” y el Estado, que ha puesto la noción de “orden” como premisa principal del ejercicio de la praxis –entendida esta desde lo pensado y lo actuado–, ello promueve entonces la construcción del reflejo efectivo de la

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resistencia, puesto que, en la medida de la cohesión social, en esa medida surge la violencia como una forma de mantener el orden. La represión física, discursiva, cultural, se dará en el marco del discurso del consenso social, orientado por el marco normativo de la cultura, así como la legitimación de los aparatos de control del Estado.

Como se puede observar, el ordenamiento de lo social bajo criterios normativos, fácilmente puede encontrar en la violencia un instrumento para el alcance de sus finalidades, manteniendo un matiz muy bajo entre lo simbólico horrífico, lo simbólico terrorífico y lo simbólico preventivo.

La violencia, entonces, tiene diversos niveles desde la protección Estatal internacional sobre posibles conflictos para resguardar la integralidad de la ciudadanía, hasta los delincuentes que por sus prácticas responden a un estamento de las clases sociales no deseadas, donde la acción delictiva les permite la subsistencia, aun cuando sea en contra de las reglas. En ambos contextos, la violencia se ejerce, pero sus marcos normativos son distintos, aun cuando ambos responden a las tensiones socio-culturales concretas y vinculadas a los sistemas macros.

Hasta aquí, la propuesta es mirar a la violencia como instrumento del ejercicio del poder; por consiguiente, la violencia es matizada por lo racional, pues el revestimiento de ideologías, leyes y cultura, coloca las finalidades por encima de los medios. Cuando los procesos utópicos de los individuos son integrados dentro de su raciocinio, la cohesión suele ser mayor, lo que promueve una aceptación y “naturalización” de la violencia. El dolor se convierte en un estado de consciencia necesario cuando los fines parecen ser sacramentales; la mayoría de las veces sin la completa concepción de quien soporta el dolor.

Esta aceptación de la violencia, sugiere un proceso de adaptación social al estilo de Foucault (2010), quien pone de manifiesto a la institución como aparatos que corrigen las conductas inapropiadas; las escuelas, los hospitales

psiquiátricos, las cárceles, son ejemplo de este ejercicio, en tanto promueven la disciplina y el amoldamiento. Así, el papel de la adaptación social al ejercicio del orden, trae como consecuencia el castigo y la vigilancia, el poder entonces hace uso de sus instrumentos de violencia, sean estos simbólicos, ideológicos, discursivos, coercitivos o hegemónicos.

Al respecto, Gellner (1997) arguye una posición de estadios sobre el ejercicio de la violencia, centrado en la diferenciación en torno al poder económico; en este sentido, la violencia tendría una implicación fáctica respecto de las asimetrías generadas por el manejo de recursos, sean estos escuetos, como aquellos que inician con discursos simbólicos; estables, los que se refieren a un proceso de disciplinario constante (las instituciones); o en expansión, los que llevan a la naturalización de diferentes niveles e intensidades de violencia. Así, los procesos de exclusión e inclusión son evidentes dentro de la dicotomía rural-urbano, centro-periferia, como papel de la diferenciación social.

La pena pudorosa y morbosa de conductas no adecuadas, es el ejercicio moral de la violencia activa en la legitimación de actos como los linchamientos, que mediante la interpretación de la norma orientada-aceptada-adaptada se da la construcción de “chivos expiatorios” (Girard, 2002); aun así, los agravios al imaginario colectivo traen como acción una reproducción violenta que descarga la tensión social, frente a la inseguridad promovida per se, contenida en discursos incendiarios como respuesta a la amenaza del grupo, estigmatizando, repudiando o expulsando a quienes ejecuten este tipo de acciones en contra del colectivo. La expresión de la violencia es entonces colectiva, dirigida hacia un grupo concreto con finalidades particulares y una aceptación y adaptación de la violencia justificada.

Según lo previamente descrito, la interiorización ideológica promueve la aceptación de las asimetrías tanto en lo público como en lo privado, centrándose en el cuerpo como expresión

de la necesidad de modificar conductas con un aprendizaje necesariamente social, reactivo y dirigido, vicario. Así, Bourdieu (2010) alude a esta praxeología de la violencia, y su consecuente asimilación, las estrategias de reproducción que se enmarcarán como premisas de una continuidad en las asimetrías y en el acto de estrategias subversivas para mantenerse en la pugna dentro de los campos, aun cuando esta pugna genere violencia compartida.

2. Notas preliminares

Hasta aquí, la noción de complejidad, según se piensa, debe ir ligada con la violencia, puesto que la gran cantidad de vertientes de análisis hacen necesario un abordaje desde ella; su comprensión implica tomar una posición ontológica sobre la realidad y el ser, que ponga en evidencia la claridad sobre el movimiento entre el orden y el caos, lo apolíneo y lo dionisiaco.

Según las notas previas, la violencia resulta como aparato del ejercicio del poder; sus particularidades y direcciones estarán en función de quien la mire, de quien la haga consciente y de quien la ejecute, por lo que es necesariamente racional, en tanto emana una causa y se coloca legitimada y legalizada como efecto urgente dentro de la cohesión social en la que pertenece.

Así, la noción de Schopenhauer sobre el punto de coincidencia de los puercoespines, es el grado de cohesión social; las púas representan la multiplicidad de expresiones de la violencia; la necesidad de calor es, en ese sentido, el interés racional (causa-efecto) de los individuos; su convivencia estará, por lo tanto, limitada a sus expresiones y el invierno, es pues el movimiento temporal de aquello que no es controlable, pues aun cuando hay constancia en las estaciones del año, sabemos perfectamente que ello podrá variar no por un acto de lo racional, sino por un acto meramente cíclico de la exposición de la vida en el

rincón de universo en el que estamos, con todo y su caocidad; es decir, sus infinitas posibilidades.

La violencia es, hasta esta reflexión, una expresión humana, no acabada y creativa, que va desde la creación como agente creador, así como un agente creado. Sus posibilidades son más que infinitas, sus efectos son diversos, junto con sus finalidades funcionales a los intereses detonados. La violencia parece convertirse en un instrumento bastante utilizado por los grupos sociales; la creatividad horrífica, terrorífica o simbólica, tendrán un efecto concreto y pensado en los agentes; no obstante, sus posibilidades de interpretación y de réplica podrán ser tanto mejores sean las circunstancias de acción. No hay un voto a la violencia, si hay un voto para comprenderla, no por que valga, sino porque se expresa en nuestra natura.

REFERENCIAS

BIBLIOGRÁFICAS

Bourdieu, P. (2010). La dominación masculina. Barcelona, España: Anagrama.

Foucault, M. (2010). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI.

Gellner, E. (1997). Antropología política. Revoluciones en el bosque sagrado. Barcelona, España: Gedisa.

Girard, R. (2002). El chivo expiatorio. España: Anagrama.

Morín, E. (2008). El paradigma perdido. Ensayo de bioantropología. Barcelona, España: Kairós.

Muchembled, R. (2010). Una historia de la violencia. Del final de la Edad Media a la actualidad. España: Paidos.

Schopenhauer, A. (2009). Parerga y Paralipómena. Madrid, España: Valdemar.

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