Reconociendo el Acoso sexuAl cAllejeRo como ViolenciA de GéneRo hAciA lA mujeR en méxico 2021 -
josé GuAdAlupe loeRA cAmAcho, diAnA AlejAndRA cAnul RosAdo y jAime montAlVo ReynA
En una entrevista hecha a Michelle Perrot en
la revista Label France (como se citó en González,
2008), no dudó en señalar que existía un terreno
todavía poco explorado, que era el de la “violencia
contra el cuerpo de las mujeres -el cuerpo violado,
violentado, utilizado, explotado- que está escondido
por el pudor tradicional y por consiguiente por el
rechazo de las mujeres que se sienten culpables”
(p. 19). Es decir, hasta apenas el siglo XX con el
nacimiento formal del feminismo, de pensadores
y activistas, es que se empieza a considerar
como importante la atención de la violencia
hacia las mujeres, resaltando primeramente, el
cuestionamiento de las tradiciones y creencias
sociales en el que se exponía la idea de que la forma
de vida que las mujeres estaban viviendo no tenía
por qué ser así necesariamente, puesto que producía
malestar y al ser un problema como muchos otros,
seguro también habría una solución.
Ahora bien, la violencia se ha mantenido
presente debido a la arraigada creencia del dominio
que ha existido entre los mismos seres humanos,
del sometimiento de un sujeto a otro, algo que se
ha visto a lo largo de la historia, como en las guerras
entre diversas civilizaciones enemigas para imponer
ideologías políticas, religiosas, sociales, económicas
o simplemente ocupar territorios, por lo que se
puede deducir que la violencia no es algo que nace
exclusivamente con el propósito de sobrevivir, sino
que es algo que se aprende a través de las enseñanzas
culturales (González, 2008). En México, donde se
aterriza la investigación realizada, es importante
resaltar que el sistema hegemónico que ha regido
en el país por muchos años ha propiciado que la
violencia hacia la mujer sea puesta en práctica con
bastante incidencia, dejando implícita la idea de
que esto es normal, minimizando o ignorando que
existan consecuencias negativas en las
víctimas, ya que es una ideología que ilustra a la
perfección el punto explicado.
De igual forma, resulta importante destacar
la clara inuencia que ejerce la cultura en la que
se desarrolla la sociedad para la formación de
cada hombre y mujer que residen en ella. En este
sentido, la enseñanza es la principal transmisora
de los valores y principios individuales, estos se
van adquiriendo de generación en generación,
no solamente por medio de la educación formal,
sino también mediante la enseñanza que las
familias y los padres inculcan en casa, así como las
expectativas que depositan en sus hijos de acuerdo
a su sexo, asumiendo su género, sentando las bases
de posteriores juicios sobre sus roles.
De esta forma surge una clara diferenciación:
mientras que el sexo es una categoría
biológica, con el concepto de género se hace
referencia a la construcción social del hecho
de ser hombre o mujer, las expectativas y
valores, la interrelación entre hombres y
mujeres y las diferentes relaciones de poder
y subordinación existentes entre ellos en una
sociedad determinada. (Arellano; citado en
Aguilar et al., 2013, p. 209)
Así, al asumir que sexo y género son dos conceptos
igualitarios se establecen las normas e ideas
generalizadas para cada sexo; es decir, se construyen
las identidades de género, y esta es la causa de
que a un hombre se le atribuyen expresiones
comportamentales y pensamientos con respecto a
un estereotipo, creando los roles de género, que se
enseñan de generación en generación y se adaptan
a las nuevas normalidades que se establecen en la
sociedad.
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